Opinión & Crítica
Estudio del Departamento de Justicia: Prohibir las "armas de asalto" no redujo la violencia con armas de fuego
Otros estudios, entre los que se cuentan dos publicados en 2020, arribaron a conclusiones similares
Junio 10, 2022 11:39am
Updated: Febrero 19, 2023 9:39am
"¡Hay que hacer algo!"
Se trata de una respuesta -quizá natural- a una tragedia o crisis humana. Vimos esta respuesta tras el 11 de Septiembre. La volvimos a ver durante la pandemia del COVID-19. Y la estamos viendo de nuevo después de tres tiroteos masivos -en Buffalo, Nueva York; Uvalde, Texas, y Tulsa, Oklahoma- que cobraron las vidas de más de 30 personas inocentes, incluyendo niños pequeños.
En este caso, "algo" quiere decir el control de armas. En Canadá, donde ni siquiera se ha producido un atentado, el primer ministro Justin Trudeau anunció una legislación que congelaría la posesión de armas de fuego en todo el país.
"Lo que esto significa es que ya no será posible comprar, vender, transferir o importar armas de mano en ningún lugar de Canadá", dijo Trudeau en una rueda de prensa.
En Estados Unidos, la retórica tiende a ser más subida de tono pero no menos vaga, aunque surjan algunas propuestas concretas.
Durante el fin de semana, la vicepresidenta Kamala Harris pidió una prohibición total de las "armas de asalto".
"Sabemos lo que da resultados en este caso. Que prohibamos las armas de asalto", dijo Harris a los periodistas en Buffalo después de asistir al funeral de una víctima.
El jueves, el presidente Joe Biden, en un discurso desde el Salón de la Cruz de la Casa Blanca y ante un telón de fondo iluminado por velas, pidió al Congreso que apruebe una nueva legislación de control de armas, incluyendo la prohibición de las armas de asalto.
"¿Cuántas carnicerías estamos dispuestos a aceptar?" preguntó Biden.
La prohibición de las "armas de asalto" de 1994: Una breve historia
Existen numerosos problemas asociados a esta propuesta, comenzando por la difícil cuestión de definir qué es un "arma de asalto".
Los rifles de asalto, que por definición son capaces de hacer fuego selectivo, están prohibidos por la Ley Nacional de Armas de Fuego de 1934. La vaga expresión "arma de asalto" es una tautología prácticamente inútil, pues por definición, cualquier arma puede ser utilizada para asaltar a alguien.
El término puede ser efectivo políticamente, pero como señaló el economista Thomas Sowell, las armas que los políticos deciden definir como "armas de asalto", normalmente, "no son más peligrosas que otras que no se especifican".
Lo sabemos porque en Estados Unidos se prohibieron las "armas de asalto" desde 2004, algo que los partidarios del control de armas señalaron recientemente en Twitter.
"Tuvimos una prohibición de las armas de asalto durante 10 años: 1994-2004", dijo la doctora Joanne Freeman, historiadora de la Universidad de Yale. "El mundo no se acabó. La gente mantuvo sus (otras) armas. Compraron nuevas armas. No fue un ataque a la posesión de armas".
La Ley de Protección de la Seguridad Pública y el Uso Recreativo de las Armas de Fuego de 1994 se refería a las armas de fuego consideradas "útiles en aplicaciones militares y criminales, pero innecesarias en los deportes de tiro o en la defensa personal".
Freeman tiene razón en que la prohibición duró una década, antes de expirar el 13 de septiembre de 2004. También tiene razón en que el mundo "no se acabó" y que los estadounidenses siguieron usando y comprando otros tipos de armas de fuego.
Lo que Freeman no menciona es la eficacia (o la falta de ella) de la Prohibición Federal de Armas de Asalto del gobierno. Hace casi dos décadas, el Departamento de Justicia financió un estudio para analizar este tema y concluyó que la prohibición de las armas de asalto tuvo resultados "mixtos".
Los investigadores señalaron que hubo un descenso en los delitos cometidos con armas de fuego clasificadas como de asalto, pero observaron que "el descenso en el uso de las AW se vio compensado, al menos a finales de la década de 1990, por el uso constante o creciente de otras armas".
En otras palabras, se produjo un descenso de los delitos cometidos con armas de fuego que estaban prohibidas, pero el descenso fue compensado por delitos cometidos con otros tipos de armas de fuego que no estaban prohibidas.
Aunque la violencia con armas de fuego disminuyó en general en EEUU durante este periodo -al igual que en muchos otros países del mundo-, la tendencia continuó incluso después de que la prohibición federal de las armas de asalto finalizara en 2004. Los autores del estudio, financiado por el gobierno, declararon claramente que "no podemos atribuir a la prohibición ningún descenso reciente de la violencia con armas de fuego en el país" y que cualquier reducción futura de la violencia con armas de fuego como resultado de la prohibición probablemente "será pequeña en el mejor de los casos y quizás demasiado pequeña para una medición confiable".
Se podría argumentar que éste es sólo un estudio, y que, después de todo, ningún estudio es irrefutable, incluso los encargados por el Departamento de Justicia. Sin embargo, otros realizados desde entonces han arrojado conclusiones similares.
Una revisión RAND de los estudios sobre el control de armas, que se actualizó en 2020, concluyó que "no hay pruebas concluyentes sobre el efecto de las prohibiciones de las armas de asalto en los tiroteos masivos". Una investigación publicada en Criminology & Public Policy el mismo año (2020) concluyó que las prohibiciones de las armas de asalto "no parecen estar asociadas con la incidencia de tiroteos masivos mortales".
El presidente Biden afirmó que el proyecto de ley contra el crimen de 1994 que él ayudó a aprobar "redujo estos asesinatos en masa", pero los verificadores de hechos han refutado estas afirmaciones basándose en la evidencia.
El problema con la idea de “hacer algo”
Es poco probable que la Casa Blanca tenga los votos suficientes para aprobar una segunda prohibición de ciertas armas de fuego semiautomáticas, pero está lejos de ser imposible en un entorno en el que muchos estadounidenses -incluso entusiastas de las armas y partidarios de la Segunda Enmienda- piden cada vez más a los políticos que "hagan algo".
Desgraciadamente, cuando la gente dice "hagan algo" tiende a querer decir "aprobar una legislación radical que infrinja las libertades civiles de los demás". Esa forma de pensar dio origen al superestado que emergió en la Guerra contra el Terrorismo tras los atentados del 11 de Septiembre. También produjo el cierre del gobierno durante la pandemia, la peor y más larga depresión de la historia de Estados Unidos, entre otros desastres.
Si la historia nos ha enseñado algo, es que el impulso de utilizar la fuerza colectiva para "hacer algo" tras una tragedia o una crisis ha creado muchos más problemas de los que ha resuelto.
El historiador económico Robert Higgs ha señalado que los mayores cortes de la libertad en la historia surgieron durante las crisis y las tragedias; le han dado paso a tiranos desde Lenin a Mao y muchos más. Incluso cuando el gobierno cede poderes, rara vez lo hace por completo (un fenómeno que Higgs describe como el efecto trinquete).
"Cuando [las crisis ocurren]... los gobiernos casi con seguridad ganarán nuevos poderes sobre los asuntos económicos y sociales", escribió Higgs. "Para quienes aprecian la libertad individual y una sociedad libre, la perspectiva es profundamente descorazonadora".
Mientras lloramos a las víctimas de Buffalo, Uvalde y Tulsa, haríamos bien en recordar que uno de los verdaderos propósitos morales del gobierno es proteger los derechos individuales, y cualquier intento de privar a los seres humanos de estos derechos por "un bien mayor" es una perversión de la ley.
Jon Miltimore
Jonathan Miltimore es el editor en jefe de FEE.org. Sus escritos han sido objeto de artículos en la revista TIME, The Wall Street Journal, CNN, Forbes, Fox News y el Star Tribune.