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Opinión & Crítica

'Cuba: An American History': las trampas de la historia

Pronto te das cuenta de que la profesora Ferrer le ha dado a su protagonista toda la latitud necesaria para moverse sin restricciones. Así es como a los demócratas y sus escritores les gusta imaginarse a Fidel

A London newspaper rack holding several international newspapers
A London newspaper rack holding several international newspapers | Shutterstock

Noviembre 18, 2022 4:24pm

Updated: Febrero 13, 2023 1:48pm

Uno de los efectos duraderos del maravilloso y horrible año 2021 es que las naciones hispanas del hemisferio occidental ya no serán un misterio para el pueblo estadounidense. La crisis de la frontera sur de Estados Unidos desatada por Biden es demasiado profunda para permitirse el regreso a los días de la ignorancia. Por fin ha comenzado el viaje de descubrimiento.

La sociedad estadounidense en los últimos 60 años experimentó una transformación radical, cuyos efectos apenas comienzan a distinguirse. Una de las principales causas de la transformación es una serie de cambios en las naciones de habla hispana de este hemisferio. Pero, hasta ahora, esos eventos no han sido realmente entendidos por los expertos de Estados Unidos, que fingen conocer, pero sin llegar al fondo del asunto.

En 1959, Fidel Castro tomó el poder en Cuba, rápidamente estableció una dictadura unipersonal que mantuvo durante 47 años, logrando un vigoroso apoyo en todo el continente americano, especialmente en los Estados Unidos.

En las últimas décadas, y como consecuencia directa de la influencia de Castro, emergió un nuevo orden internacional por el que los activistas radicales manipulan las instituciones globales para dominar la vida de las naciones soberanas. Hace unos años, una banda de avantureros políticos disfrazada de “comisión internacional de impunidad” estuvo a punto de tomar el poder político total en Guatemala, un país que no les pertenecía.

El intento de golpe en Guatemala fue encabezado por la administración Obama y el Departamento de Estado, y su “hombre clave” fue el entonces vicepresidente Joe Biden. Hoy, como presidente, Biden encabeza un esfuerzo radical para rehacer la población de los Estados Unidos introduciendo personas a través de la frontera sur a razón de dos millones por año.

Las herramientas utilizadas por Biden y los demócratas en esta iniciativa provienen del comunismo internacional. Esa proveniencia no es identificada porque los demócratas quieren mantenerla en secreto y porque los medios de comunicación, alineados con la corrección política, no la mencionan. Según doctrina P.C., el comunismo ya no existe, y si alguien usa el epíteto "comunista", debe ser uno de esos extremistas a quienes los funcionarios de Biden han denominado "supremacistas blancos" y terroristas.

Si bien los anticomunistas estadounidenses siguen siendo considerados enemigos por los demócratas, Fidel Castro y la revolución cubana aún gozan entre ellos de un poderoso atractivo icónico. Aquí entra en escena Cuba: An American History, de Ada Ferrer, profesora de NYU, publicado a finales del 2021 en los predios decididamente demócratas de Nueva York. El libro recibió un Premio Pulitzer en 2022.

Lo primero que salta a la vista en el libro de la profesora Ferrer es el generoso reconocimiento a su colega, el historiador Howard Zinn. En el prólogo, Ferrer admite que ha “prestado atención a la advertencia del difunto Howard Zinn de no permitir que la historia se convierta en la memoria de los Estados”. En el último capítulo, la autora retorna a su mentor intelectual y señala que “sería oportuno recordar la advertencia de Howard Zinn sobre la historia”.

Como historiador, Zinn está muy lejos de ser el primero en hacer ese señalamiento acerca de los Estados y las sociedades. Los historiadores franceses de la primera mitad del siglo XX, agrupados en torno a la revista Annales d'histoire économique et sociale, lo habían hecho mucho antes de que Zinn soñara siquiera con escribir historia. Pero Ferrer, como Zinn, tiene un objetivo más amplio que el de los historiadores de Annales. En su obra, el Estado cubano, bajo la égida de Castro, es apenas un escenario. Por ejemplo, la historia de Ferrer no contiene el término, ni siquiera el concepto, de “contrainteligencia”. Sin contrainteligencia, el Estado castrista hubiera sido un cuerpo sin brazos ni piernas, ojos ni oídos.

Ferrer describe la Cuba de Castro como una trinidad compuesta por el líder, el pueblo y, sobre todo, la revolución. La Revolución aparece como el bien social supremo, y Castro como su principal defensor. Todo suena increíblemente atractivo hasta que empiezas a echar de menos asuntos como la libertad, el sufragio, el estado de derecho, los derechos de propiedad, los derechos humanos, entre otros.

Pronto te das cuenta de que la profesora Ferrer le ha dado a su protagonista toda la latitud necesaria para moverse sin restricciones. Así es como a los demócratas y sus escritores les gusta imaginarse a Fidel.

¿Y dónde más, en qué otro panorama de la historia, es lícito ignorar el Estado? Por supuesto, en la mente del comunista utópico, donde el Estado mismo no tiene cabida.

De manera que la obra de la profesora Ferrer resulta ser un estudio de personalidad. Al menos, así lo vería un historiador de la escuela de Annales. El libro te dice mucho sobre la profesora Ferrer, e incluso algunas cosas sobre el profesor Zinn, aunque no tanto sobre Cuba.

Pero en 2022, Cuba necesita más. Necesita historia de verdad. Y nosotros también.