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Franz Reichelt, el sastre que intentó volar y saltó a la muerte desde la cima de la Torre Eiffel
Franz Reichelt había diseñado una especie de capa de 70 kilos con la que esperaba planear desde 52 metros de altura
Enero 4, 2023 4:09pm
Updated: Abril 24, 2023 3:28pm
Franz Reichelt, un sastre de Austria que vivía en Francia a comienzos del siglo XX, observó con fascinación el desarrollo de los primeros aviones, pero a medida que leía historias sobre accidentes aéreos, decidió crear una especie de “traje de paracaídas”.
La idea era inventar algo lo suficientemente ligero y a la vez resistente para que un piloto pudiera usarlo y salvar su vida en caso de algún accidente.
Aunque ya existían paracaídas funcionales de dosel fijo y ya se había inventado uno para grandes altitudes, no existía alguno que pudiera ser usado por personas que saltaran desde aviones.
Los primeros prototipos probados por muñecos fracasaron estrepitosamente. Reichelt estaba convencido de que el problema no era el invento, sino la forma de probarlo. El 4 de febrero de 1912, convocó a amigos, periodistas y camarógrafos para que lo vieran saltar desde la cima de la Torre Eiffel, pero las cosas no salieron bien.
“Mi nuevo invento no se parece a ningún otro”, dijo Reichelt a Le Petit Journal. “Está construido, básicamente, mitad en tela impermeable y mitad en seda. Gracias a un sistema de varillas y cinturones que uno puede controlar, el 'paracaídas' se despliega durante una caída y salvará la vida [de un piloto]”.
Reichelt se sintió motivado para demostrar su invento cuando el Aéro-Club de France ofreció un premio de 10.000 francos a quien pudiera crear un paracaídas de seguridad para aviadores que no superara los 25 kg de peso.
El sastre comenzó a presionar a la policía parisina para que le permitiría probar su invento desde la Torre Eiffel. Después de un año, finalmente aceptaron.
En la helada mañana del 4 de febrero de 1912, Reichelt llegó al lugar a las 7:00 a.m., pero sin ningún muñeco. Para sorpresa de todos, probaría el traje por su propia cuenta.
“Tengo la intención de demostrar el valor de mi invento”, dijo en ese momento luego de que varias personas intentaron convencerlo de que no saltara.
Reichelt subió a la primera plataforma de la Torre Eiffel, a unos 200 pies del suelo. Un compañero paracaidista le advirtió que su paracaídas no tendría tiempo suficiente para desplegarse, pero no escuchó.
A las 8:22 a.m., el sastre había llegado a su posición, miró a sus amigos y les dijo: “À bientôt”, queriendo decir “nos vemos pronto”.
En varios momentos, se vio a Reichelt dudar sobre su acto como si “intuyera su horrible destino", decía una tarjeta antes del salto. Finalmente, se lanzó al vacío.
Su paracaídas rápidamente se dobló a su alrededor y cayó en picada sobre la hierba congelada. “Dos segundos después, en un lamentable accidente, yacía sobre la hierba helada. Cayó casi de pie. La sangre goteaba por su boca, nariz y orejas... su brazo y pierna derechos estaban aplastados, su cráneo y espalda estaban rotos. La muerte fue instantánea”, reportó el Petit Parisian.
Su caída dejó un agujero de quince centímetros en el suelo.
Muchos empezaron a especular sobre el trágico final de Reichelt, señalando que quizás su acto fue en vano, ya que, en Rusia, un hombre llamado Gleb Kotelnikov ya había inventado un paracaídas de mochila en 1911.