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Los perros de la Reina Isabel II: ¿qué pasará con ellos?

Con el fallecimiento de la reina Isabel II, no sólo dejó atrás a su nación y a sus familiares, sino también a una manada de cinco compañeros caninos, que ahora buscarán nuevos hogares

Septiembre 10, 2022 3:50pm

Updated: Septiembre 10, 2022 3:50pm

La Reina Isabel II era una gran amante de los perros, sobre todo de los Corgi. Durante sus 96 años de vida tuvo 30 ejemplares de esta raza, todos ellos descendientes de Susan, una mascota que le regalaron cuando era muy joven.

Cuando la monarca más longeva de Gran Bretaña falleció el jueves, dejó atrás no sólo a su nación y a los miembros de su familia, sino también a una manada de cinco compañeros caninos, que ahora buscarán nuevos hogares.

La pasión de la difunta reina por los corgis se remonta a su infancia, cuando en 1933 se enamoró del perro de su padre el rey Jorge VI, Dookie. Los corgis de Pembroke eran bien conocidos en Gales, pero nuevos en Inglaterra. 

En su cumpleaños número 18, la entonces princesa Isabel recibió a Susan, una corgi que se coló en su luna de miel, viajando escondida bajo una alfombra en el carruaje real.

Susan murió años después y fue enterrada en el cementerio de mascotas de Sandringham, iniciado por la reina Victoria. Después de Susan, la reina tuvo 30 perros corgi que la acompañaron durante sus 70 años de reinado.

La reina Isabel crió más de 30 ejemplares de esta raza, algunos de ellos se han hecho famosos por haberla acompañado en momentos cruciales como Willow, que apareció con ella en el sketch de James Bond que filmó para la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

En sus últimos años, la reina tuvo cinco perros, entre ellos dos corgis llamados Muick y Sandy, un dorgi (cruce de corgi y dachshund) llamado Candy y dos cocker spaniel.

La reina quería tanto a sus corgis que supervisaba personalmente su dieta diaria, según el libro “Pets by Royal Appointment” de Brian Hoey, que hace un repaso a las mascotas de la realeza británica desde el siglo XVI. Un empleado preparaba la cena de los perros, consistente en un filete y una pechuga de pollo, que se servía todos los días a las cinco en punto. 

En su libro, Hoey sugiere que la monarca prefería la compañía de los animales a la de los humanos. La realeza “desconfía de casi de todos aquellos ajenos a su propia familia, así que las únicas criaturas en las que realmente confían no son de especie humana”, afirmaba.

Hay especulaciones sobre lo que podría pasar con sus perros y se dice que serán reubicados entre la familia real inmediata. De hecho, la biógrafa real Ingrid Seward dijo a Newsweek: "Imagino que la familia cuidará de los perros".